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La Historia como arma de guerra psicológica


28/12/05

La más devastadora y perdurable de las derrotas es la que proviene del desprestigio, la difamación, la intriga, el aislamiento y la consiguiente desmoralización de la sociedad que sostiene a un ejército.

Definición de difamar: desacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando cosas contra su buena opinión y fama.

La Historia como excusa para obtener información y manipularla

El espionaje es la forma de obtener información sin que el enemigo presente, futuro o hipotético se dé cuenta o minusvalore dicha información.

Estar informado requiere acceder a las fuentes de información de manera constante, tanto en guerra como en paz. Si pretendemos obtener información sobre un país cuando ya está en guerra con nosotros, habrá tomado sus medidas para limitar la información de la que podíamos disponer cuando estábamos en paz. Por eso es tan importante acceder a la información en toda circunstancia.

La Historia no es más que una manera de estudiar la información ... y de interpretarla

Si tenemos un hijo pequeño y le estamos diciendo constantemente lo inútil que es, probablemente lo acomplejaremos de tal manera que sus potencialidades se malograrán y confirmaremos la teoría de la profecía autocumplida.

Lo mismo sucede con las naciones y su Historia: si no hacemos más que "aprender" historia de España en libros escritos por "investigadores" británicos que acceden a nuestros más valiosos archivos y nuestros historiadores no lo han hecho, tomarán por válido lo que esos agentes -intencionados o no- escriban, transmitiendo a la sociedad española una interpretación de los hechos sesgada, siempre o casi siempre a favor de la autoestima de esos "hispanistas" que tanto idolatran quienes son incapaces de estudiar e interpretar desde las fuentes originales.

El hecho de que en España apenas haya "britanistas" desequilibra aún más la balanza de la interpretación veraz de los hechos y hace sospechar sobre el objetivo primitivo del interés por "estudiar España".

La difamación sistematizada para alcanzar metas

Hemos de recordar que el enemigo más encarnizado de Gran Bretaña durante los últimos siglos ha sido España, pues si bien Francia y Alemania han sido sus frenos continentales, ha sido España quien se ha opuesto a su expasión durante siglos y la ha combatido en todos los mares del Globo.

El nombre de "Armada Invencible" que jocosamente se inventaron no es más que la demostración palpable de su éxito propagandístico, acrecentado por la difusión internacional del idioma inglés en los últimos doscientos años. Otros ejemplos ha sido la elevación a los altares de Bartolomé de las Casas y su "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", y el -admitido por muchos españoles- carácter festivo de nuestras gentes, muy alejado del rigor del vestuario de Felipe II y los caballeros de a pie, de los frugales castellanos y parcos aragoneses, y más en consonancia con la imagen folclórica de vagabundos y buscavidas que se solazaban en las cunetas de los caminos que frecuentaban los viajeros norteeuropeos y norteamericanos del XIX, y que pertenecían a una minoría étnica de características bien diferenciadas.

Al final los propios españoles han terminado creyendo que son festivos, despreocupados, desaliñados, pícaros y de poco fiar, una suerte de hampones simpáticos al modo de Rinconete y Cortadillo o Lázaro de Tormes, que han contaminado la reputación del estereotipo español con un éxito que no han tenido el Barón de Münchhausen, Kaspar Hauser o Simplicius Simplicissimus en Alemania; los corsarios, Gilles de Rais o el Marqués de Sade franceses; los vikingos escandinavos; el pirata Morgan, Cromwell, Jack el Destripador o los personajes que acongojaban al Oliver Twist de Dickens, todos ellos ingleses.

La propaganda y la Historia

Si hay algo que especialmente diferencia la acción militar española tradicional de la británica, ha sido la incapacidad de realizar propaganda o una adecuada propaganda de sus éxitos por parte de la primera. Así, Nelson se apresuró a cacarear en Londres sus acertadas acciones militares antes de Trafalgar, ante una opinión pública ávida de héroes y que le valió posiblemente la responsabilidad de dirigir la flota británica en aquel combate. Aún en 1988, las cajas de cereales de una conocida marca recordaban el éxito británico contra la "Armada Invencible" cuatrocientos años después. Lo mismo que este 2005, en el que se cumplen doscientos años de la derrota franco-española frente al cabo Trafalgar y que Gran Bretaña ha preparado por todo lo alto con el beneplácito de Francia y España.

Si le echamos un vistazo a la conocida colección de monográficos sobre los soldados del mundo editados por la londinense Osprey Military y publicados en España por Ediciones del Prado, nos daremos cuenta de que los únicos soldados pintados despectivamente son los españoles. Así, los conquistadores españoles estan sin afeitar, picados de viruela y con las medias rotas, mientras los indígenas aparecen emplumados y magníficos. Un caballero español de 1500-1540 es representado como la viva imagen de Don Quijote, ya anticuado unos doscientos años en la novela y ridiculizado por Cervantes por su aspecto, pero tomado en serio por el "historiador" Terence Wise.

En otra obra de la misma colección, esta vez firmada por un tal David Nicolle, el Cid aparece como un modesto noble indiferenciado; un infante del siglo X y un jinete andaluces del siglo XI como pordioseros, desprovistos de todo porte militar, mientras detrás un simple jinete bereber aparece como el maharajá de Kapurthala, y así se extienden los ejemplos a lo largo de dichas publicaciones, de gran difusión también en España y a las que no se pueden oponer otras semejantes a no ser las colecciones de las editoriales Almena o La Espada y la Pluma, de ilustradores y difusión mucho más limitados.

Si no conociéramos la intencionalidad inglesa, todo esto no sería más que recreaciones artísticas, imprecisiones o errores documentales, pero no es así y representa una constante beligerancia cultural contra un período de la historia española que el subconsciente colectivo inglés no ha podido digerir aún, a pesar de sus notables éxitos posteriores.

Destruyendo y construyendo mitos

Se ha atacado con dureza al Cid Campeador, que fue un personaje real, espejo de virtudes caballerescas y no a Don Quijote, su antítesis ficticia y ridícula. Por el contrario, Ivanhoe, Robin Hood o el Rey Arturo representan personajes novelescos o novelados de la iconografía británica, a falta de otros.

En los escritos históricos europeos no sólo se han estereotipado negativamente o minusvalorado personajes y tipos españoles. También lo han sido de otros países.

En Europa sólo podemos encontrar el ejemplo del ruso Alexander Nevsky o Aleksandr Nevski (1220-1263), vencedor de los suecos (Batalla del Neva) y caballeros teutónicos en el lago Peipus (Chudskoe) como un referente histórico similar al Cid. Pues personajes históricos como Vlad Tepes o Atila son considerados monstruos, aunque sean héroes en Rumanía y en partes de Hungría, respectivamente; en esta última es corriente nominar a los recién nacidos con ese nombre. En la mente del europeo medio, mediatizado por la progaganda literaria y pseudohistórica, Vlad Tepes -Vlad el Empalador- es Drácula (del irlandés Bram Stoker), a pesar de haber combatido las crueles invasiones turcas, y Atila "El azote de Dios" es el devastador caudillo huno derrotado en los Campos Catalaúnicos por contingentes romanos, visigodos y francos, del que se decía que por donde pisaban los cascos de su caballo no volvía a crecer la hierba.

Los ingleses -a falta de otra cosa- han hecho lores, gobernadores o capitanes a sus piratas, como Rogers, Hawkins, Morgan, Raleigh y Drake y han sobrevalorado a Nelson, derrotado frente a Cartagena y Tenerife antes que victorioso en Cabo San Vicente y Trafalgar.

Los franceses, por su parte, han ensalzado a una visionaria como Juana de Arco -heroína ante los ingleses-, cuya inspiración ha servido para personificar a la República Francesa en una mujer tocada con barretina y copiada miméticamente por algún gobierno de este lado de los Pirineos.

Los italianos ensalzan a Garibaldi y Casanova, como nosotros a los Reyes Católicos, Felipe II (el Demonio del Mediodía para los ingleses) o el ficticio Don Juan Tenorio, y fustigan a César Borgia, español por más señas. Los alemanes tienen toda una serie de sagas de héroes míticos, que representan valores y virtudes tribales, pues en la colectividad está su fuerza. Aunque piratas alemanes como Klaus Störtebeker cuentan con numerosos admiradores, fue ajusticiado con otros 71 compañeros en 1400 en Hamburgo. En 1573 se ejecutaron también a otros 33 piratas del Mar del Norte en la misma ciudad.

En Irlanda existió incluso una pirata famosa: Grace O’Malley (Gráinne Ni M’háille), menos conocida que San Brandan, el monje irlandés que descubrió América en una balsa de cuero "antes que Colón".

Pero los ingleses y británicos en general no sólo tienen una legión de hispanistas destinados a decirnos cómo somos y cómo debemos comportarnos (como agerridos guerreros, de buen corazón, beatos, pero alegres y dicharacheros, ávidos de oro e incapacitados para las más altas empresas ...), también cuentan en sus filas con militares retirados y adoctrinados metidos a historiadores, como Antony Beevor -con dispar fortuna- o el aberrante Gavin Menzies, con su "1421, el año en que China descubrió el Mundo", compendio de elucubraciones burdas a partir de un mapa y unos pocos restos arqueológicos españoles procedentes del comercio con China, y que el jubilado militar interpreta como el descubrimiento por China de todos los lugares donde estuvieron antes los españoles. La investigación que realiza contiene la misma metodología que los libros de Los Tres Investigadores de Hitchcock. (¿pero por qué les molesta eso tanto a los ingleses?).




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